lunes, 8 de junio de 2009
La cosa García
No intento hacer una parodia del brillante artículo (La cosa Berlusconi) que el premio Nobel José Saramago escribió en referencia al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, y que el diario El País publicó en su última edición dominical.
Tampoco intento parafrasear el texto, pero bien que viene como anillo al dedo el título, para referirme a una cosa de redondez descarada en estos tiempos de crisis; una cosa con forma humana, de efecto mutante, signo vivo y coleante del egocentrismo y del exceso de litio: la cosa García... Pero esta cosa no viene sola. Su metamorfosis viene acompañada de un séquito de amebas y de cigotos que cuecen más cigotos, siempre en estado putrefacto.
Siento dar muchas vueltas al ruedo. Pero la presentación de esta "cosa" me revuelve bastante más de lo usual el estómago. Y la conciencia. Y la vida misma... todo cuando se trata de ver a vendas caídas la lamentable realidad reinante en la aún frondosa Amazonia peruana.
Se está ordenando, a bala y espada, la muerte de nuestros hermanos nativos sin contemplación alguna. Ordenanza que la cosa García y sus secuaces han dictaminado y que, en su empecinamiento por hacer más libre el tratado con EE.UU. y en vender las tierras de la Amazonia, ocasionan muertes, violencia y roja sangre salvajemente derramada, tanto de nativos como de policías.
Y allí, ponen su grano de arena los que informan de manera sesgada los hechos, queriendo tapar el sol con el dedo del engaño y de los falsos acuerdos, sin hacer hincapié en que se están violando los derechos de los pueblos indígenas a ser consultados sobre lo que pretenden hacer en sus tierras, en sus hogares ancestrales; sin hacer hincapié en el pequeño detalle del convenio 169 de la OIT, que reconoce este derecho propio de las comunidades nativas.
La cosa García muta y desvía como siempre la culpa a otros, ¿es novedad?
Solo el Perú de César Vallejo, de Arguedas, de Delfín o de Ribeyro tiene en sus ojos la facultad de mirar, para ver y de ver para reparar, como diría Saramago. Sobre todo esto último, la necesaria facultad de reparar.
Reparemos entonces, que ya es tiempo y las aguas hierven a punta de la incapacidad de muchos y el puterío que se regocija en la desgracia de los peruanos que, desde siempre, nacieron para ser peruanos de a pie.
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